15.6.09

Sexo en el Sistema Solar: Venus


VENUS


El planeta más cercano a la Tierra, el día y la noche duran 117 días terrestres y las nubes que a veces lo cubren están formadas por gotas de ácido sulfúrico. Es el 2º planeta por proximidad al sol; conocido como lucero del alba, también es vespertino visto desde la Tierra en esos momentos.


Cuando llegué era de noche y más que un lucero parecía una bombilla apagada. Como quiera que la noche dura casi 60 días terráqueos, compré unas postales tomadas de día, más que nada para que mis compañeros de la fábrica no se rieran de mí. Tengo la mala suerte de llegar tarde muy a menudo para admirar la belleza. Recapacité para no ponerme de malhumor: “yo sólo vengo a follar y me importa un huevo la belleza planetaria”.


Los venusinos y venusinas son los más parecidos a los rasgos antropomórficos terráqueos; salvo en las orejas. También hay que decir antes de nada que la hembra venusina es voluptuosa, tiene unas tetas en las que perderse y unas caderas que pensé inocente de mí) que habían evolucionado de esa forma tan ostentosa para asirlas con fuerza en el momento de la monta.


Como decía, sus orejas, además de para oír, son órganos sexuales. El asunto del cerumen viscoso y a todo lo que nos lleva la imaginación, lo voy a obviar porque me aburre. Sus orejas no son asquerosas; de los lóbulos penden unos discretos apéndices carnosos. Son rarísimas. Me costó tiempo, una vez aterricé y aparqué a oscuras, comprender porque me daban esos dolorosos tirones de orejas las venusinas macizorras.


El sexo venusino es lamentable, tienen un carácter bromista e infantiloide y nunca se tiene claro si quieren follar o jugar al tú la paras. En pocas horas acabé de los nervios. Ves a un tipo sentado en la mesa del bar tirándose continuamente de las orejas y piensas: o es sordo o gilipollas. Y es que cuesta imaginar que se está masturbando sin reparos el muy carnal.


Son tan desinhibidos que siempre ríen cuando oreja-follan. No entendía sus risas cómplices y maliciosas cuando me metía el dedo y la oreja y me rascaba.


-¿Te la rasco yo?-me preguntó solícita una niña venusina.


Era deprimente admirar esos cuerpazos venusianos, empalmarse, soltarles el piropo más obsceno al decirles lo que haría con sus tetas y que se rían. Le quitaban importancia a mi pasión y adocenado romanticismo. Imagino que ese carácter infantil tiene que ser una consecuencia directa de su extraña conducta sexual, todo el día tirándose de las orejas como escolares en el recreo tiene que hacer polvo las neuronas.


Los venusinos más ancianos, además de arrastrar las orejas por el suelo, han optado por usar una grandes orejeras electrificadas. Se les ve tristes y aburridos; están hasta las propias orejas de sexo.


A pesar de todo, tuve un orgasmo místico; no es que mis orejas hubieran evolucionado en un par de días para adaptarme al medio y garantizar mi mensaje genético, su continuidad. Ocurría que los tirones de orejas eran tan fuertes y seguidos que al final repercutían en mi pijo. No tiene base científica pero; soy fácilmente sugestionable con esto del sexo.


Así que la buenorra de XXY-J36, cuando notó que me corrí (estábamos en un cine. No me dio la gana de que me tirara de las orejas en el parque infantil) dijo con un gritito feliz e ilusionado:


-¡Me toca!


Me metió el dedo índice con fuerza en la oreja. Dolió infinito, de cojones más concretamente. Y encima no me había dado tiempo a disfrutar plenamente de mi orgasmo. La muy cerda, con su dedo encastrado en la oreja mía, jadeaba, llegó un momento en que lanzó un grito muy irritante provocando la risa entre el público de la sala y se corrió también. En cuanto me dejó la oreja libre salí corriendo hacia una farmacia para que me recetaran o hicieran algo que cortara la hemorragia.


Salí de Venus a toda hostia, me hice una paja para contrarrestar el trauma sufrido en el cine y tiré el condón usado al espacio donde aún debe orbitar como un lácteo satélite alrededor del lucero del alba.



Iconoclasta

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